El mercado financiero ofrece una variedad de instrumentos de inversión que se adaptan a distintos perfiles de riesgo y objetivos. Entre ellos, los productos de corto plazo, tambien denominados “money market”.
Los Treasury Bills de Estados Unidos, y las Letras de Regulación Monetaria Uruguayas se destacan como opciones atractivas para inversores que buscan seguridad, liquidez y una rentabilidad modesta. En este artículo, exploraremos cada uno de estos instrumentos financieros y analizaremos sus cualidades y beneficios.
Este tipo de instrumentos suele utilizarse para diversificar una cartera de inversiones, actuando como un componente de corto plazo en combinación con otras inversiones de mayor riesgo.
Tambien suelen ser utilizados para el manejo de la tesorería de las Empresas, dada la previsibilidad que permiten tener sobre los flujos futuros.
Por su parte, las instituciones financieras suelen utilizar estos instrumentos como herramienta para invertir sus excedentes de liquidez de manera segura y con una rentabilidad acorde.
Treasury Bill de Estados Unidos: La seguridad del gobierno federal
Los Treasury Bills (comúnmente llamados Tbills) son instrumentos de deuda de corto plazo emitidos por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos para financiar las operaciones del gobierno y cubrir necesidades temporales de efectivo.
Cualidades y beneficios:
Seguridad soberana Los Tbills son respaldados por el gobierno de los Estados Unidos, lo que los convierte en una de las inversiones más seguras y de menor riesgo en el mercado financiero en Dólares.
Liquidez Los Tbills son altamente líquidos y pueden venderse muy fácilmente en el mercado secundario antes de su vencimiento, sin penalidades.
Diversificación Son una opción atractiva para equilibrar una cartera de inversiones, especialmente para quienes buscan activos de bajo riesgo y con rendimientos estables. Ademas ofrecen una amplia variedad de plazos, adaptandose a las necesidades de cada uno.
Letra de Regulación Monetaria en pesos uruguayos: Manejando la liquidez
Las Letras de Regulación Monetaria (LRM) son instrumentos financieros emitidos por el Banco Central del Uruguay como parte de su política monetaria para regular la liquidez en el sistema financiero y controlar la inflación. Son instrumentos de corto plazo, equivalentes a los Tbills americanos, pero denominados en pesos uruguayos.
Cualidades y beneficios:
Adaptable a sus necesidades El BCU suele ofrecer distintos vencimientos para las Letras en el mercado primario: 1 mes, 3 meses, 6 meses, 1 año, 2 años. Además en el mercado secundario se puede acceder a cualquier otro vencimiento intermedio. Esto permite al inversor ajustar los vencimientos a sus necesidades.
Seguridad Las LRM son consideradas inversiones de muy bajo riesgo, ya que están respaldadas por el Banco Central, que es quien emite los pesos uruguayos.
Evitar la perdida de valor Por efecto de la inflación, si mantenemos nuestros ahorros en pesos, los mismos pierden poder de compra cada día. Invertir el letras permite contrarrestarlo, y generar una rentabilidad en términos reales.
En el actual panorama financiero, resulta sumamente atractivo considerar la inversión en este tipo de productos de corto plazo. Esto se debe a que los Bancos Centrales, en su afán por controlar la inflación, han implementado un aumento significativo en las tasas de interés. Como consecuencia, estos productos presentan actualmente tasas atractivas.
En conclusión, los productos “money market” ofrecen a los inversores una combinación de seguridad, liquidez y una rentabilidad razonable. Estos instrumentos financieros son ideales para aquellos que buscan proteger su capital, poder acceder rápidamente a su dinero y mantener una inversión con bajo riesgo.
NOTA: Los rendimientos mencionados en este artículo corresponden al 04/07/2023. Son rendimientos brutos de mercado, tomados de fuentes que consideramos confiables. El propósito es únicamente facilitarle información sobre las alternativas disponibles en el mercado, y no se la debe considerar como una guía general de inversión.
Durante la última década vivimos en un mundo financiero de tasas cercanas a cero, donde los inversores tenían básicamente tres opciones:
Seguir invertidos de la misma manera, y aceptar que los rendimientos iban a ser históricamente bajos.
Incrementar el riesgo de sus inversiones en la búsqueda de mejores rendimientos.
Liquidar sus inversiones y esperar a un mejor momento para invertir, con el riesgo de perderse años de ganancias.
Ninguna opción parecía muy atractiva y específicamente invertir en renta fija tenía un riesgo asimétrico; relativamente poco para ganar si las cosas andaban bien y mucho para perder si en algún momento las tasas se normalizaban. Esto sucedió en el último año y medio, las tasas de interés fueron aumentadas a una velocidad sin precedentes para lograr controlar la inflación.
Como consecuencia, el bono americano a 10 años cayó casi 18% en el 2022, y el Bloomberg Global Aggregate Bond Index lo hizo en más de 16%.
La otra cara de la moneda es que hoy podemos acceder a rendimientos atractivos en la renta fija a lo largo de toda la curva y del riesgo crediticio que queramos. Desde treasury bills americanos de corto plazo que rinden arriba de 5%, a bonos grado inversor cerca del 7% y hasta bonos high yield con rendimientos cercanos al 9%. Hoy se pueden armar portafolios de inversión que cumplan nuestros objetivos de inversión sin la necesidad de salirse de las inversiones tradicionales y hasta conseguir rendimientos cercanos a los que históricamente encontrábamos en el mercado accionario invirtiendo en bonos high yield.
El argumento no es en contra de las inversiones en acciones. La inflación está en caída, la Fed ha dejado de aumentar las tasas por primera vez en 15 meses este mes (Junio 2023) y las revisiones apuntan a que tal vez ni siquiera haya una recesión como se esperaba. Todo esto, sumado al empuje por parte del interés de los inversores en áreas vinculadas a la inteligencia artificial, apunta a un buen momento para las acciones. Estás han sido y serán buenas inversiones de largo plazo, sin embargo, es imposible pronosticar la dirección del mercado accionario en el corto plazo.
A modo de ejemplo, los analistas esperaban a principios del 2022 que a fin de año el S&P 500 tuviera una suba de 9,60%, que la inflación sea del 3% y que la tasa de la Fed estuviera en 0,75%. La realidad; el S&P 500 cayó -18%, la inflación fue del 7% y la Fed subió la tasa de interés a 4,50%.
Estos eran los pronósticos de la empresas más grandes de Wall Street a principios de este año:
Hoy el S&P 500 está cerca de los 4.400 puntos, por encima de todos los pronósticos salvo el de Deutsche Bank, y todavía queda la mitad del año. En el corto plazo, el humor de los inversores es quien dicta los movimientos del mercado, y como dijo Ben Graham “en el corto plazo el mercado accionario es una máquina de votación”. Además, en el corto plazo lo que mueva al mercado pueden ser acontecimientos que hoy no estamos viendo, como lo fue la pandemia en el 2020. El riesgo es lo que no vemos.
Los bonos por su parte, son un activo esencialmente distinto a las acciones. Sus resultados son contractuales entre el acreedor y el deudor, lo cual lo hacen más predecibles. Si el deudor no honra su contrato, el acreedor puede ir contra la empresa o contra las garantías que puede tener el contrato como colateral. Esto hace que hoy en día la relación del riesgo y retorno de invertir en renta fija sea muy atractiva con respecto a la renta variable.
Por otra parte, las acciones no siempre le ganan a los bonos, y esto hace sentido. Si siempre le ganaran, no habría riesgo de invertir en el mercado accionario.
La volatilidad de las acciones en el corto plazo es el precio que debemos pagar por mejores resultados en el largo plazo, y eso significa que en algunos períodos las acciones no logren ganarle a los bonos.
¿Cuan frecuente es que los bonos de largo plazo tengan mayor rendimiento que a las acciones? Tomamos distintos periodos de tiempo:
Color verde: Veces que los bonos superan a las acciones.
Un último punto a favor de los bonos es la diversificación que otorgan a un portafolio. Durante años, con tasas por el piso, los bonos no aportaron mucha diversificación y se movían en conjunto con las acciones. Muchos inversores se acuerdan del periodo de la burbuja de las DotCom y como el S&P 500 cayó -9,03%, -11,85% y -21,97% en el 2000, 2001 y 2002 respectivamente. Lo que pocos recuerdan es que el bono americano a 10 años tuvo una performance de +16,66%, +5.57% y +15,12% en esos años. Los frutos de la diversificación se vieron plasmados en esos años y hoy en día en un escenario en el cual la economía sea golpeada, los bonos pueden volver a ayudar.
Cada inversor tiene una situación financiera y un apetito por el riesgo particular. Hoy en día, para un perfil conservador o para el manejo de la liquidez, los productos money market ofrecen tasas por encima del 5%. Para un perfil más riesgoso, las inversiones en bonos high yield ofrecen una rentabilidad históricamente similar a la del S&P 500. En el medio, tenemos un abanico de opciones con distintos plazos y riesgos crediticios. El mercado de renta fija ofrece alternativas para todos los gustos, ¿será tal vez el momento de aumentar la exposición a esta clase de activo?
“El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.”
La mayoría de los inversores tienen o han tenido en algún momento acciones individuales en sus portafolios. Ser accionista de empresas las cuales creemos que tienen buenas perspectivas y de las cuales valoramos sus productos o servicios tiene un valor agregado frente a otras inversiones más “aburridas”.
Pero invertir en acciones individuales no es tan fácil como parece.
En un estudio hecho por J.P. Morgan entre 1980 y 2014, encontraron que:
El 40% de las acciones pierden dinero para un inversor.
El 64% no logra superar el rendimiento del mercado accionario.
El 7% explica casi el 100% del rendimiento total del mercado.
Imagínense que elegimos una canasta de 100 acciones que creemos que tienen buenas perspectivas. Ahora imagínense que vamos a perder dinero con 40 de estas, y vamos a ver como la mayoría (64 acciones) no logran superar el rendimiento del mercado. A todo esto, 7 empresas lograrán un rendimiento tan extraordinario, que debemos no tentarnos de venderlas.
Esto es lo que pasa detrás de un fondo o índice como el S&P 500. Al invertir en un fondo de forma diversificada, todo esto ocurre detrás de escenas. No nos tentamos en realizar ganancias de las empresas ganadoras. No nos importa que la mayoría de las inversiones sean relativamente malas. Y no sufrimos perder dinero en casi la mitad de las inversiones.
Esto no quiere decir que invertir en acciones individuales sea mejor o peor que invertir en un fondo o índice diversificado, sino que para hacerlo de forma efectiva lo más importante será psicológicamente poder convivir con esos resultados.
Hay otro punto. Varios inversores aseguran que pueden soportar una caída de 10%, 20% o 30% en su inversión. Pero en gran parte lo que sugieren es que si el mundo se mantiene igual a como está hoy, y su portafolio cae en esos porcentajes, pueden soportar una caída de esa magnitud.
El problema es que generalmente cuando esto ocurre es porque hay una pandemia, o porque hay una guerra, o porque el sistema financiero está por colapsar. Es difícil mantener la calma en un escenario así y empezamos a dudar de las inversiones puntuales que hemos hecho.
Estar invertido en un fondo o índice, que ha soportado estos tipos de acontecimientos hace que sea más fácil convivir con estas caídas. Esto hace que logremos estar invertidos por más tiempo, que al final del día será el factor más importante en el resultado de nuestras inversiones.
“Al final del día, no es el mercado de valores y ni siquiera las propias empresas las que determinan el destino de un inversor, es el inversor.“
Hace poco Howard Marks, un reconocido inversor y cofundador de Oaktree Capital Management, escribió un memo a sus clientes titulado “Sea Change” en el cual habla sobre cómo el mundo de inversiones ha cambiado recientemente, respecto a los últimos 13 años.
Durante años vivimos en un ambiente en el cual tuvimos perspectivas económicas positivas, políticas monetarias expansivas por parte de los principales bancos centrales, tasas de interés cercanas a cero, sin inflación relevante, e inversores complacientes, optimistas y con miedo de quedar afuera del “rally” del mercado.
Hoy estamos en un escenario totalmente opuesto: se espera una recesión, la política monetaria es contractiva, los costos de financiación han subido rápidamente, la inflación llegó a máximos de los últimos 40 años, y se respira cierto pesimismo entre los inversores.
¿Cómo debemos responder a estos cambios como inversores? Según Howard Marks debemos adaptarnos, y no es el único que piensa igual.
Morgan Housel, autor de The Psychology of Money, hace poco habló sobre un nuevo término: “Mental Liquidity“. Lo define como la habilidad de abandonar rápidamente una creencia cuando el mundo cambia o cuando conocemos nueva información. Parece intuitivo, pero cambiar de opinión es difícil porque es más fácil convencerte que estás en lo cierto que admitir que estas errado.
Está claro que debemos adaptarnos a este nuevo mundo de inversión, pero ¿cómo? Algunas ideas.
En primer lugar, tal vez debamos mantenernos en las inversiones tradicionales. Durante años, en un mundo de tasas bajas, la forma de incrementar los rendimientos fue aumentando el riesgo buscando inversiones alternativas a las tradicionales. Hoy en día no es necesario buscar rentabilidad en activos ilíquidos o en estrategias complejas. El mercado de renta fija y de renta variable ofrecen buenas perspectivas y en un mundo donde los costos de financiación aumentaron mucho y rápido, hay un riesgo adicional en mantener inversiones que requieren de un apalancamiento financiero.
Dentro de las inversiones tradicionales, tal vez debemos ponderar más la renta fija en los portafolios. Ya no es necesario cargar los portafolios con inversiones más riesgosas para obtener los resultados que buscamos, e invirtiendo en renta fija podemos obtener resultados que fueron imposibles en los últimos años.
Por ejemplo, en los últimos años con tasas cercanas a cero, se emitieron varios bonos de baja calidad crediticia “high yield” con rendimientos entre 3-4%. Estas mismas emisiones hoy rinden cerca de 8%. Aunque ocurran algunos defaults, un portafolio de bonos high yield diversificado debería obtener rendimientos similares a los encontrados normalmente en el mercado accionario.
Hoy encontramos especialmente atractivo invertir en instrumentos de muy corto plazo, con los treasury bills americanos rindiendo arriba de 5% a plazos menores a 1 año.
Pero por otro lado, solo concentrarse en el corto plazo y no invertir en el resto de la curva de bonos tiene dos riesgos que se deben considerar:
– Riesgo de tasas de interés – Riesgo de reinversión
Gráfico1: Rendimiento actual de los treasury bills a distintos plazos: invertir a 3 meses rinde mas de 5%, invertir a 10 años rinde 3.40%.
Riesgos tasa de interés: El año pasado las tasas aumentaron rápidamente y los bonos se vieron perjudicados.
Pero en un escenario donde la recesión se materialice y los bancos centrales deban bajar la tasa de interés, los bonos de largo plazo serán los que logren una buena performance y amortigüen los portafolios.
Riesgo de reinversión: Una vez finalizado el periodo de inversión en el corto plazo con tasas del 5%, no sabemos que tasas podremos conseguir para reinvertir nuestros fondos.
Entonces, también tiene sentido atarnos a una tasa de largo plazo, si eso logra cumplir nuestro objetivo de inversión.
Grafico 2: Cómo se han desempeñado los bonos del tesoro americano de largo plazo, en los años en que el mercado accionario cayó, desde 1929. En el 80% de los casos los bonos tuvieron desempeño positivo, y en el 27% de los casos, la ganancia incluso superó la baja en las acciones.
Por el lado de las acciones, tal vez debamos ponderar más a las empresas rentables y con buenos balances financieros. Con los costos de financiación más normalizados, las empresas precisan tener un buen balance y generar efectivo desde sus operaciones para no depender de los mercados de capitales para acceder a su financiación.
Entonces, ¿mejor las acciones “value” que las acciones “growth”? Según Terry Smith, portfolio manager del Fundsmith Equity Fund, no tiene sentido la distinción, ya que si una empresa puede reinvertir sus ganancias a una buena tasa de interés que lo haga y sino que los distribuya, pero eso no va a decidir si la empresa es de buena calidad o no.
Howard Marks comenta que es lógico creer que las estrategias que sirvieron en los últimos 13 años no serán las mismas que para los próximos; creo que está en lo cierto.
“Tus más fuertes convicciones son las que tienen la mayor probabilidad de estar equivocadas o incompletas, porque son las creencias más difíciles de desafiar, actualizar o abandonar si fuera necesario.”
Llega el final del año y va quedando atrás lo que será un año histórico y atípico para los mercados financieros. Para poner en perspectiva el 2022:
Desde 1928 solamente hubo tres años en los cuales el S&P 500 y el bono del Tesoro Americano a 10 años tuvieron un retorno negativo simultáneamente. Este va a ser el cuarto, y el único en el cual cayeron más de 10% al mismo tiempo.
Es el peor registro en la historia para el mercado de bonos, con el bono del Tesoro Americano abajo cerca de 14% en el año.
Con el año ya casi en el retrovisor, ¿qué podemos aprender como inversores?
Un par de ideas.
>>>La realidad sobre los pronósticos de corto plazo. Un año atrás, se esperaba que la inflación fuera transitoria, desacelerándose a 3% en el 2022 y las expectativas de la tasa de la Fed eran de 0,75% para fin de año. Hoy estamos con una inflación de más de 7% anual en los EE.UU y la Fed acaba de aumentar la tasa de interés al rango 4.25% – 4,50%.
El nivel objetivo promedio del S&P 500 por parte de los analistas era de 5.225 puntos, una suba de 9,60% en el año. Hoy el índice está abajo cerca de -19%.
Warren Buffett dijo una vez que “No tenemos, nunca tuvimos y nunca vamos a tener una opinión acerca de la dirección del mercado accionario, las tasas de interés o de la actividad económica de acá a un año”.
Lo que argumenta Buffett es que no tiene sentido esforzarse en pronosticar lo que va a suceder en los próximos 12 meses. Pero entonces, ¿en que deberíamos focalizarnos?
>>> Focalizarnos en lo que podemos controlar. Intuitivamente, lo que podemos controlar como inversores es en qué activos invertimos. Cuales empresas, deuda y fondos de inversión elegimos dentro del abanico de alternativas que ofrece el mundo financiero. Pero tal vez más importante aún, podemos focalizarnos en nuestro nivel de ahorro y en nuestro comportamiento como inversor. Estas dos variables están en nuestro control y seguramente sean más significativas para nuestro futuro que muchas otras.
Puntualmente, este año es un ejemplo de porqué deberíamos tener un fondo de emergencia. En un año como el 2022 lo único que no queremos como inversores es estar forzados a liquidar activos financieros para cubrir emergencias, y la utilidad de tener un fondo para cubrir imprevistos solo se valora en años como este.
>>> Utilizar el 2022 como una prueba.
Varios inversores argumentan que pueden soportar caídas grandes de sus portafolios, pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando las cosas van bien es fácil pensar que si sigue todo igual y mi portafolio cae 20% no me voy a preocupar. Pero es distinto cuando realmente se vive en carne propia una caída así y las noticias son sobre una inflación insostenible, posible recesión económica y guerra en Europa.
Entonces, ¿para qué podemos usar el 2022? Tal vez sirve como un termómetro para medir realmente cuánto riesgo podemos soportar, y cuánta pérdida estamos dispuestos a aceptar por retornos a futuro. Luego, podemos ajustar nuestras inversiones acorde a nuestro nivel de aversión al riesgo.
Con unas pocas semanas para finalizar el año, los analistas han comenzado a compartir sus informes sobre que esperar para el 2023 en los mercados financieros. Pero si recordamos el primer punto de este artículo, debemos agarrar estos con pinzas.
No sabemos exactamente qué pasará el año que viene, pero podemos extender un poco el plazo, y ver históricamente que pasó en periodos similares: En las otras tres ocasiones en las cuales los bonos y acciones en EEUU cayeron simultáneamente, los rendimientos promedio anualizados de los siguientes tres años fueron de +14,6% para el S&P 500 y de +6,1% para el bono del Tesoro Americano a 10 años.
Por otro lado, hoy en día podemos aprovechar las tasas del mercado de renta fija para lograr nuestros objetivos, y conseguir rendimientos sólidos sin la necesidad de cargar los portafolios con inversiones más riesgosas. Esto fue difícil de lograr durante la última década.
De cara al 2023 y a los siguientes años, tal vez podamos usar el 2022 como un año ejemplar para focalizarnos en lo que realmente importa y ajustar los portafolios para cumplir con nuestros objetivos financieros.
“Es más fácil evaluar si algo es frágil, que intentar predecir la ocurrencia de un evento que pueda dañarlo.”